“Por favor”, pensé al ver aquel voluminoso objeto en el asfalto, “que sea una mierda de vaca y no una piedra”. Me había despistado solo medio segundo pero a la velocidad que circulaba, no más de ochenta y cinco por hora, me resultaba imposible esquivarlo o frenar. Tenía que pasar por encima. Si era una roca, estaba más que jodido. Afortunadamente, era mierda.
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