Cada vez que llego a un nuevo país me estreso, tengo que rápidamente ajustarme a sus normas, a sus costumbres, comida, café, lugares donde aparcar, comportamiento en la carretera, idioma, acento del idioma y un añadido más por ser mujer: observar el comportamiento de los hombres hacia nosotras. No es coña, en serio. En Europa estamos tan acostumbrados a convivir a diario que cuando llegas a otras culturas sufres un choque.
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